de Alessio Urso – Quito
Sentí que estaba tomando la decisión correcta al elegir participar en la convocatoria del
“Servizio Civile Universale”.
El año pasado, en este periodo, recibí la llamada de que había sido seleccionado. Recuerdo muy bien la alegría de aquel momento. También recuerdo que, durante mi entrevista, cuando me preguntaron cuáles eran mis temores ante la posible experiencia, había respondido, sinceramente, que tenía miedo de no ser elegido. Tenía tantas esperanzas de que mi deseo se hiciera realidad, de tener la oportunidad de vivir esta experiencia, de poder ponerme a prueba y aportar mi contribución a algo en lo que creo firmemente. Hasta hoy, puedo decir que ha sido una de las mejores elecciones que he hecho en mi vida. Una elección que espero que muchas otras personas tengan el valor de hacer.
El año de Servicio Civil, que, por desgracia, en mi caso está llegando a su fin, es una experiencia de vida real y densa, vivida en medio de la maravilla y el asombro de un niño que descubre el mundo, pero también en medio de las dificultades que caracterizan el territorio en el que se desarrolla. Es necesario estar predispuesto a la adaptación, ser capaz de acoger el cambio, tanto en los hábitos y formas de vida, como en el cambio interior. A menudo, uno se enfrenta a situaciones críticas, quizás nunca experimentadas antes y que, por tanto, le pillan desprevenido, lo que puede poner a prueba sus nervios. A veces, alguien puede sentir nostalgia, y posiblemente no todo el mundo tendrá la suerte de conocer a gente fantástica, que le hará sentirse como en casa y con la que podrá compartir este camino.
Tuve esta gran suerte, espero que los próximos también puedan tenerla. Personalmente, también me ha encantado el proyecto en el que he participado. Me siento parte de esta red de personas, de las que he podido aprender mucho, que luchan por el bien común, que intentan preservar la belleza sin límites de la selva amazónica, los conocimientos ancestrales de las comunidades que la habitan, hoy fuertemente amenazados por intereses económicos ligados al extractivismo, al petróleo y a la minería sobre todo. Durante estos dias, en los cuales estoy en una misión, es muy triste trabajar con algunas personas sabiendo que probablemente no volveré a verlas. Fue un inmenso honor haber compartido con ellos momentos únicos de resistencia, de conocimiento, de convivencia.
Ahora, miro el reloj de arena del tiempo y veo que queda muy poco. Ojalá tuviera la oportunidad de darle la vuelta y comenzar de nuevo esta experiencia que sin duda permanecerá en mi corazón. Habría mucho más que decir, pero la verdad es que las palabras no pueden transmitir plenamente la intensidad de una experiencia personal y colectiva que hay que vivir.