de Maria Luisa Cipriano – Yachay Wasi es una pequeña escuela kichwa- español, su nombre significa ‘’casa del conocimiento’’. De hecho, son innumerables las actividades que se desarrollan adentro de este pequeño rincón rodeado de vegetación y escondido en una de las ciudades más caóticas de Ecuador: Quito.
En esta escuela se lleva un tipo de educación intercultural enfocada a fortalecer los saberes rurales y los saberes ancestrales andinos. Como una pequeña miniatura de la realidad civil y cultural de este país, la escuela en su interior presenta una gran variedad social propia del país, de hecho, a ella asisten niños de varios Pueblos y Nacionalidades (estas últimas se refieren a macro-agrupaciones que identifican la pertenencia de una persona a un grupo indígena) presentes en el Ecuador.
Ante esta maravillosa pero compleja diversidad, los Mashi (maestros – compañeros Mashikuna) de esta pequeña “escuela del conocimiento” se comprometen a mantener vivo en los niños el valor de su identidad cultural y estar siempre orgullosos de ella. Para hacer crecer en ellos este sentido de pertenencia y orgullo, se desarrollan actividades transversales con algunos temas y cursos dentro de las aulas, sino también funciones afuera del horario de clases. El lunes, por ejemplo, después de la hora de entrada, los Wawas (niños) y nosotros Mashi bailamos las danzas tradicionales de cada pueblo ecuatoriano al que pertenecen los niños.
Durante el Kuyurikuna (el lunes dedicado a los bailes) cada niño se viste con su propio traje de gala: ropa tradicional elegante para los indígenas Wawas y ropa más refinada para los niños de origen mestiza (personas de origen español-indígena).
Por cada canto tradicional puesto, los habitantes del pueblo de referencia se dirigen al centro del patio, bailando y así ensenando los pasos, el resto del grupo los sigue bailando a su vez. Con su extrema espontaneidad, los niños disfrutan bailando: la “Bomba” de Chota un pueblo afroecuatoriano, imitando los pasos del “Rikunkarayku” del pueblo Saraguro y meciendo las trenzas al ritmo de la canción “Sikwanka” para los alumnos amazónicos de la escuela.
El tema de la danza es una buena estrategia para recordarse y enorgullecerse de sus orígenes, de forma lúdica a través de la música y la motricidad, metodologías consideradas importantes por el criterio didáctico utilizado en la escuela. Enfoque que sustenta la idea práctica, concreta, pero también cosmo-visual propia de la cultura indígena.
La conexión que tienen los niños con la naturaleza es muy fuerte, su relación con la Pachamama es genuina y real y esto a su vez los hace verdaderos y reales.
En la escuela también hay una Chakra (jardín, en este caso didáctico), donde los niños se sienten mimados y tranquilizados por esta buena madre, pero que también puede ser feroz en algunas circunstancias. Conscientes de esto, la respetan, la piden ayuda y su consentimiento por sus acciones que lo requieren.
En estos meses que ya llevo observándolos y sintiendo yo mismo esa conexión que me une a la naturaleza y a ellos, creo que precisamente esa es la motivación detrás de su singular sencillez y espontaneidad.
Los valores que se promueven en esta escuela como la humildad, el compartir, la honestidad, la practicidad; se expresan en el carácter de estos maravillosos niños, que a pesar de que la mayoría de ellos tienen que afrontar situaciones familiares difíciles y hasta muy graves, llegan al colegio con una sonrisa en los labios y con los ojos llenos de alegría al saludarte, haciéndote comprender que están muy felices de que estés allí con ellos.
Su curiosidad es inmensa, como debe ser, siempre tienen preguntas listas para hacerte, de cualquier tipo, pero nunca de forma intrusiva, con una delicadeza peculiar atípica para su edad.
Siendo niños que asisten a la Educación General Básica (primaria y parte de la escuela secundaria inferior, en Italia) tienen diferentes edades que van desde los cinco a los trece años; todos sin distinción son puestos en conocimiento por el Mashi de la escuela de lo que sucede en el mundo, también sobre las noticias y realidades más atroces. Este tipo de discusión los fortalece, también gracias al tacto y la forma en que se abordan ciertos temas; los wawas empatizan mucho con estas situaciones, pero su espontaneidad propia de los niños siempre se mantiene intacta. En ellos no se nota estas presión y ansiedad difusa, por desgracia, en las actitudes de los niños que viven en grandes y caóticas ciudades, que he encontrado en mis experiencias anteriores con personas de su misma edad.
En ellos encontré la verdadera vivacidad genuina y educada de ser niños y disfrutar de su infancia, a pesar de todo.
Su extrema autenticidad se encuentra condensada en su pasatiempo favorito, uno de los juegos más antiguos y sencillos de la historia, el juego de las canicas. Disfrutan nombrándolos, clasificándolos, intercambiándolos, sobre todo ganándolos en juego. Pero mis partes favoritas de este entretenimiento son cuando, con la cara llena de cariño y alegría, me muestran su botín satisfechos y con toda la espontaneidad del mundo me preguntan si mashi Maria Luisa quiere jugar canicas con ellos.
Nunca podré describir bien sus expresiones verbalmente, pero estoy segura de que quiero conocerlos y que aprenderé mucho de ellos y de su naturalidad.