de Shelma Torres – El día de los Difuntos (o día de los Muertos) se celebra en Ecuador el 2 de noviembre, una celebración muy sentida en toda América Latina. Es un día de compartir, de alegría, de llanto y por último pero no menos importante de comida. Es el día en que todas las almas (ayakuna en kichwa) se encuentran en el cosmos para dar continuidad a la vida. Como muchas cosas en Ecuador, El día de los Difuntos es ahora el fruto de la combinación de la tradición cristiana y la ancestral indígena. Abriéndonos paso entre las ofertas más comerciales, los voluntarios de Quito quisimos ir en busca de la autenticidad de esta celebración.
Hay un lugar que se esfuerza por seguir con la mayor fidelidad posible las tradiciones ancestrales: la escuela Yachay Wasi de Quito. Este centro educativo bilingüe-multicultural enseña Kichwa (una de las lenguas indígenas del Ecuador), en él también hay una chakra (huerto) donde los niños aprenden a cuidar las plantas y la transmisión de las tradiciones es el corazón pulsante de la oferta educativa. Las fiestas que tienen su origen en la tradición indígena son tan sentidas y El día de los Difuntos no fue menos.
Para algunos maestros de la escuela, la jornada comenzaba a las 4 de la mañana con el ritual de encender el horno de leña donde luego se cocinaban los wawas de pan (o wawas tanda), pan típico de esta fiesta con forma de niña, para simbolizar la regeneración del alma. La bebida dulce que acompaña a la wawa de pan es la colada morada (o aya api), elaborada con maíz negro, hierbas aromáticas y algunas frutas locales como el mortiño y el chiluakan. Para la ocasión, algunos padres de los niños vinieron a ayudar a cocinarlo: el sentido de comunidad se siente profundamente en Yachay Wasi. Poco a poco los niños entraron al taller de cocina para hacer su propia wawa de pan. Mientras esperaban que las wawas se cocinaran en el horno, sucedió lo que fue el corazón del evento: el Velanakuy.
En el centro del patio se creó una mesada con flores, velas, cruces, incienso y fotos de los muertos (para mi grata sorpresa también de mascotas muertas). Los niños estaban por todas partes, y con ellos los voluntarios, los profesores y algunos padres. Niños y adultos al unísono entonaron canciones de diversas tradiciones que invitan a las almas a volver entre nosotros y así seguir siendo ayllu (familia en kichwa). Uno tras otro, cada participante nombró a sus familiares muertos y a coro respondieron: kaypimi kanchik (aquí estamos). Mucha gente se deshizo en lágrimas liberadoras que brotaron con la celebración y la enriquecieron. A pesar de las lágrimas, Velanakuy no fue un momento de tristeza sino de recuerdo y de compartir que terminó con el consumo de la deliciosa colada morada y wawa de pan.
La celebración en Yachay Wasi fue ciertamente significativa y conmovedora, pero los voluntarios también queríamos participar en el ritual de Aya Pamba, así que decidimos ir al cementerio de Otavalo al día siguiente. Nos esperaba una multitud de personas que iban a visitar a sus seres queridos muertos llevando flores y comida. El clima era ciertamente festivo: deambulaban vendedores ambulantes pero también cantores que daban serenatas a las tumbas. Algunas personas nos ofrecieron comida haciéndonos sentir bienvenidos. Estar aquí en Ecuador para experimentar estas tradiciones no tiene precio, y es un privilegio colaborar con un proyecto que mantiene vivas estas tradiciones como la escuela Yachay Wasi. Sin duda, los voluntarios siempre llevaremos con nosotros el recuerdo de El día de los Muertos en Ecuador.