de Orsiola Sollaku – Los meses pasan tan rápido que me parece que han pasado algunas semanas desde que estoy en Ecuador, pero en realidad han sido 9 meses. Hoy es 1 de junio, está lloviendo y hace frío. Paso la primera parte del día en casa trabajando en la computadora, llenando un informe sobre las últimas actividades que hicimos en mayo y luego cargando el material a Drive, así que también creo la nueva carpeta del mes de Junio donde vamos a poner todas las actividades que haremos en este mes. Finalmente, preparo los materiales para la actividad de hoy con los niños.
Después del almuerzo me alisto para salir, primero me aseguro de haber llevado todo lo que necesito, como mi tomatodo y el paraguas, un artículo muy importante aquí, se usa tanto cuando llueve como cuando hace sol. Se ha convertido en un hábito para mí también. Salgo de casa, abro el paraguas porque sigue lloviendo aunque sea un poco, saludo a la vecina donde siempre compro frutas y verduras y me encamino hacia el puente peatonal. Siempre me gusta ir al lado donde se ven los dos ríos Tena y Pano que se unen, también se puede ver el Parque La Isla. Luego entro al barrio “Las Playas”, donde vive la mayoría de los niños de nuestro proyecto Apoyo Escolar en Casa Bonuchelli.
A los 15 minutos estoy con ellos, bajo la cuesta y la primera casa es la de Julio y Jostin. Les mando una señal de mi llegada llamándolos, luego de 5 segundos escucho la voz de su madre que dice: – Julio, Jostin ya vino la Orsiola preparense. Mientras bajo para ir a las otras casas, Julio y Jostin me pasan a la velocidad de la luz, yendo a bañarse al río antes de ir a Bonuchelli. En la choza siempre está la abuelita que mencioné en mi primer testimonio, nos saludamos y charlamos. Entonces empiezo a llamar a todos los otros niños uno por uno. Acaban de regresar de la escuela, así que todos ya se reunieron en la casa de Kathy para esperarme. Tan pronto como oyen mi voz, todos se apresuran a salir con ellos, incluso los perros. Nos despedimos y partimos hacia la parada de autobús. Hoy todos caminan felices y sonrientes porque saben que para celebrar “El Día del Niño” habríamos ido al parque. Llegamos a 15 de Noviembre donde tomamos el bus que nos lleva a Redondel Jumandy. Se alinean con los ojos en la carretera para ver venir el autobús. El que lo ve primero avisa a los demás y es el “ganador” por ser el primero en ver el bus.
Subimos al autobús, veo al conductor tratando de contar cuántos hay, pero es inútil, son demasiado rápidos. Le sonrío y le digo que son 10, le pago y voy donde ellos. Siempre nos ponemos al fondo, hoy estamos todos de pie porque el autobús está lleno. Parezco una gallina rodeada de sus pollitos, los cuento con los ojos para ver si han subido todos. Empezamos a platicar entre nosotros para pasar el tiempo, siempre me hacen preguntas como: Que comemos hoy? Que actividad nos toca hacer hoy? ¿Cuándo vamos a la piscina? La pregunta más popular hoy en día es: Orsiola, ¿hoy vamos al parque? Después de 2 minutos otra vez: – Orsiola hoy vamos al parque? Y así durante todo el viaje. Llegamos a Redondel Jumandy, tenemos que bajarnos, me paro frente a la puerta con mis manos y piernas para bloquearlos y no dejar que bajen antes de que el bus pare por completo.
Apenas bajo, ellos corren como locos y yo detrás de ellos como un pingüino tratando de alcanzarlos. Estoy tranquila porque el camino por el que pasamos es seguro y sé que todos van hacia el árbol de flores rojas, que les gusta coleccionar para usar de aretes. Kenny se me acerca y me dice: – Toma Orsiola, Joseph te manda flores. Y todos los demás comienzan a reírse. Y yo le digo: – ¿Joseph me manda o tu? Y sonríe mientras se tapa los ojos con las manos avergonzado y comienza a correr hacia los demás.
Llegamos a Casa Bonuchelli donde nos esperan Gaby, Martina y Maddalena con los demás niños. Empecemos con la bienvenida: hoy hacemos dos pequeños bailes para calentar un poco el cuerpo y empezar el día con energía. Pero los únicos que le quitamos un poco de energía a los bailes éramos los educadores, los niños solo esperaban la frase “vamos a comer”. Para el almuerzo de hoy el menú es pasta con atún, pero no todos están convencidos de comer, así que mi trabajo pasa a buscar dónde están escondidos y al menos convencerlos para que se sienten a la mesa. Después de comer se vuelven locos para jugar entre ellos, hasta que todos terminan de lavar los platos y arreglar la mesa, corren, gritan, tiran aviones de papel por todos lados. Ha llegado el momento de entrar en el aula. Como hoy es su fiesta, no tienen tareas, por lo que trabajamos en actividades de refuerzo. Después de las actividades programadas a las 15:00, salimos todos hacia el parque. Todos están felices, caminan rápido, no ven la hora de llegar. Tan pronto como llegamos al parque, buscamos una cancha libre. Inmediatamente empiezan a jugar al fútbol. En Ecuador todos juegan al fútbol: mujeres, hombres, niñas, niños. Es un juego de unión entre todos. Este también es el caso de nuestros niños, es el único juego para que no necesitan que nadie los guíe, juegan todos juntos sin discutir y en armonía. Nos posicionamos debajo de un árbol y empezamos a pintar las caras de los niños que lo piden. Así que él que acaba con el dibujo de la cara vuelve a jugar al fútbol y otros vienen a pedirnos su dibujo favorito. Después de una hora, nos trasladamos de la cancha y nos tomamos una linda foto todos juntos como recuerdo.
Entonces otra buena noticia para este día, ¡helados para todos! El momento más tranquilo del día, todos sentados a comer su helado, hablando de los sabores extraños que alguien ha elegido como maracuyá con sal. Al final, nos dividimos en dos grupos: un grupo con Gaby, Martina y Maddalena regresa a Bonuchelli y el otro conmigo hacia Playta para ir a casa. Decidimos juntos caminar a casa y no tomar el autobús. Entiendo que están cansados, no corren, se quedan cerca de mí y hablan entre ellos. Llegamos al parque central, se suben a las estatuas y me vuelven a llamar para sacarles fotos.
Cruzando el puente del Parque “La Isla”, nos encontramos con unos amiguitos que saltan de árbol en árbol, son muchos simpáticos monos. Pasamos otros 10 minutos viendo a los monos y luego directos a casa. Cuando llegamos a Playita, nos encontramos con Kuri y Jarina jugando en la calle con sus muñecas. Corren hacia mí, las abrazo y les doy unos globos que me quedaron. Muy contentas me saludan y vuelven con sus muñecos. También saludo a los otros niños y tomo el camino a casa. Llego feliz a casa hoy, caminando veo todas las fotos que tomé y me río de todos los momentos locos que estos niños me hacen pasar.