Soñando por el Cambio es una escuela particular, ubicada en el barrio Jose Bellavista en Santo Domingo, Ecuador. Este año acuden al proyecto 108 niños y niñas de los barrios de la zona en situación de riesgo, los cueles reciben gratuitamente una educación, cuatro comidas al día, talleres, atención socio-sanitaria y apoyo psicológico. Pero esta escuela es un tanto diferente, aquí los niños no tienen libros pero si hay muchos árboles, no hay muchos profesores, pero si mucho que hacer. Gracias a ENGIM Internazionale, desde Noviembre estoy realizando mi año de Servicio Civil en este maravilloso proyecto junto a otro voluntario.
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Brithany, de 7 años, jugando con la pelota en frente de la cancha de básket.
Un día en el proyecto Soñando por el Cambio es cansado e intenso. Mi día comienza a las 7.30 de la mañana. Después de tres alarmas me levanto de la cama y a los diez minutos ya escucho el sonido del claxon, lo que significa que nos esperan abajo para llevarnos al proyecto.  Nos viene a buscar Gato, el chofer del proyecto, él se ocupa de llevarnos todas las mañanas, de llevar a los niños y niñas, de las donaciones, y si en algún momento necesitas algo es a él al que se lo tienes que pedir. Nos subimos a la furgoneta y seguimos nuestro trayecto hasta el proyecto. Unos 45 minutos en los que vamos recogiendo a otros profesores hasta adentrarnos en el barrio Bellavista y llegar a la escuela. La escuela es grande, muy grande, hay un comedor donde podrían caber 400 personas, y donde además de cocinar para todos los niños se hacen grissini para vender( con la ayuda de los niños /as).  Hay además un huerto, un taller de mecánica y otro de carpintería, unas 10 clases, una cancha de fútbol y otra de basket. Despachos, baños, duchas y hay un montón de árboles donde los niños se suben a robar guabas y limones. Al llegar al proyecto un montón de niños y niñas corren a la furgoneta como si fuesen la primera vez que te ven, te abrazan, te preguntan como estas, notan hasta el más mínimo grano que te ha salido en la frente y te dicen lo guapa o lo dormida que estas hoy. Alguno se queja “Bego, me duele la muela” “Mira estos granitos que me salieron” “Es que me picó un bicho” “El me acaba de pegar”.  Les digo que no se preocupen que este miércoles viene el doctor a chequearles a toditos. También hay una madre esperando que quiere hablar conmigo “Vengo a justificar la falta de mis hijos de ayer, no hay plata entonces no les pude mandar”. Esto es uno de los problemas del proyecto, la falta de dinero. Tras esto voy al despacho, miro que hay unos niños que hace dos semanas que no vienen al proyecto, decido ir de visita. Cojo mi mochila y me voy a la Cristo Vive. La Cristo Vive es el barrio donde muchos niños del proyecto viven. La primera vez que fui todos me miraban, ahora ya me conocen. No es raro encontrarte a una madre de proyecto por la calle, o que la señora de la tiendita te pregunte por tu día. Y es que el Proyecto Soñando por el Cambio, lleva 10 años trabajando con los niños, niñas y adolescentes de este barrio y ya se ha ganado su fama. Compro una bolsita de pan y voy a la casa de las niñas que no veo desde hace una semana. Antes de que llegue a la puerta ya salen ellas primero a abrazarte. Entro y les digo que porque se han tomado vacaciones esta semana si todos estábamos en clase, ellas me dicen que tenían que lavar ropa así que no pudieron venir. Ellas salen y yo converso con la madre, las familias te cuentan sus situaciones y problemas, se abren y a veces logras hacerles entender lo importante que es tener una educación, venir al proyecto.
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Visita a una familia del Proyecto en el barrio Cristo Vive
Vuelvo a la escuela, son las 10.30 y todos los niños y niñas salen a tomarse el refrigerio, te vuelven a abrazar aunque hace dos horas que no te ven. Todos se forman para tomar el refrigerio y ya se formaron dos peleas porque les quitaron el puesto. Además el pequeño de Jair ya consiguió coger tres refrigerios sin que nadie se dé cuenta. Los niños/as vuelven a clase, y yo me voy con Mariana, una chica de 18 años con la que 4 horas a la semana tengo nivelación para ayudarle a mejorar su lectura, y consiga salir del colegio sabiendo leer. Ahora estamos leyendo Oliver Twist. Me dice que no hizo los deberes porque en cuanto llegó a la casa tuvo que hacer oficios y no le dio tiempo. Suena la campana de las 12.45 los niños salen corriendo de las clases. Yo saco la cuerda de saltar y la pelota y nos ponemos a jugar afuera hasta que esté lista la comida. Suena la sirena y vamos al comedor, van pasando uno por uno cogiendo la comida, que los de décimo con la ayuda de la señora Norma han preparado (todos los días hay un grupo de chicos en la cocina que ayudan a preparar el desayuno, los refrigerios y la comida). Después me toca vigilar que hagan los oficios, y es que cada día 5 niños se quedan a limpiar las mesas al comedor. Porque ellos con 12 años pueden no saber la tabla del nueve, pero cocinan y limpian mucho mejor que yo. Salimos afuera, y suena la campana de las dos, lo que significa talleres. Son dos de mis horas favoritas al día. Yo hago talleres todos los días con los más pequeñitos. Tengo diecisiete niños de 5, 6 y 7 años y cada día tengo que pensar unas cuentas actividades para hacer ya que tienen tanta energía que no se cansan nunca. Hoy es lunes, así que toca película, mañana haremos pulseras y ya tengo pensada la manualidad para el miércoles, aunque en la bolsa siempre llevo unos cuantos colores, folios y libros por si acaso. La película acaba, y tenemos 15 minutos para hablar un poco de ella, hoy vimos “Kiriku y la bruja” y Emily me dice que Kiriku es valiente, y le gustaría ser como él. El taller acaba a las 4, pero como Iván no estuvo en silencio en la película le toca limpiar y recoger la sala, se queja al principio pero sabe las reglas. Quien se porta mal se queda a recoger.
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Iván, Elvis y Anthony jugando en el taller
Salimos a las duchas, hecho un vistazo rápido a quien le toca limpiar las duchas en cuanto acaben y voy. Las duchas es el momento del día donde estas más cansada y donde tienes que estar tipo sargento. Y es que a mí no me salen las cuentas cuando 40 niñas se tienen que duchar en 4 duchas en una hora, pero todos los días lo conseguimos (bueno algo más de una hora).  Y aunque en este momento no puedas dejar de pensar en volver a casa y tumbarte en el sofá, no puedes evitar reírte cuando Ana se pone a bailar reggaetón, o cuando Erika de 5 años no sabe enjabonarse el pelo y las demás le ayudan. Además es el momento de confesión y cotilleos por excelencia y donde las niñas se abren para preguntarte las cosas que le preocupan. Acaban de ducharse y de limpiar, así que salimos a coger el refrigerio y ya podemos irnos porque son las cinco. El camino del proyecto a coger el bus lo hago con los niños y niñas. Y aunque a mí no me queden fuerzas ni para caminar ellos tienen todavía energía para correr, subirse a los coches que pasan o tener la última pelea del día. Me subo al bus, y no puedo evitar cerrar los ojos de lo cansada que estoy después de todo el día. Pero siempre me voy con una sonrisa en la boca. Y esto es un día en el Proyecto Social Soñando por el Cambio.

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