de Giulia Marchesini
La historia de Andrés es una historia de resistencia. Empieza de la tierra y poco a poco llega hasta una pequeña fábrica de chocolate en medio de la nada, una fábrica de chocolate que al mismo tiempo representa por Andrés y por sus hijos una esperanza para el futuro. Andrés tiene los ojos grandes, ojos que han sufrido durante toda una vida, que han esperado, que han creído en una vida mejor que quizás, en algún momento, llegará. “Mis abuelos fueron enterrados un poquito más allá” dice indicándonos los árboles de la selva que circundan completamente la comunidad del cantón Arosemena Tola, “vivimos en este territorio por generaciones, pero luego…”
Historias de dinero y de poder se cruzan a las de personas humildes, pobres, disponibles y acogedores. La historia de los colonos, que por el oro esclavizaron a las poblaciones indígenas quemando sus casas y las vidas que habían construido durante los años, la historia del agua, contaminada por el mercurio que sirve para encontrar el oro con más facilidad, la historia de los ejércitos y de los soldados mandados para liberar el territorio.
Historias de justicia y confianza se mezclan con las anteriores, dejando en nuestro corazón la esperanza que esta resistencia haya servido de algo. La historia de las mujeres de la comunidad, que por primeras se pusieron delante de los militares para decirles de parar y para pedir un futuro mejor por sus hijos, la historia de la unión de distintas comunidades que se juntaron para derrotar al enemigo; la historia de la ley, que parece moverse entre las altas paredes de los edificios del gobierno, para escribir sobre el papel qué ya se acabó, ya se puede parar de resistir, ya se puede empezar a vivir.
Caminamos entre las plantas de cacao del chakra de Andrés, respirando la historia de sus cuentos: las habas del cacao pronto estarán maduras, ya listas para ser cosechadas y ser vendidas a la pequeña fábrica de Tsatsayaku qué desde cuatro años colabora con Andrés, ofreciendo una forma de subsistencia a muchas familias de la zona.
Tsatsayaku nace en 2013 gracias a los fondos de la Comunidad europea y algunas asociaciones italianas, entre las cuales “ENGIM Internazionale”, que creen en la posibilidad de un desarrollo sostenible empujado por los productos locales.
Se necesitan pocos pasos para que el cacao fino de aroma del Cantón Carlos Julio Arosemena Tola se transforme en ricas tabletas de chocolate: la historia de Andrés sigue transformándose con el producto que produce su tierra, la tierra de la resistencia que con mucha cura y atención sigue dando frutos.
Las habas de cacao fermentan durante algunos días en unas cajas de madera y por medio de este proceso toda pulpa blanca que rodea los granos sale de las cajas como si fuera espuma. Después de unos días en las cajas las habas toman una pinta marrón y esto significa que están listas para ser secadas dentro de grandes invernaderos bajo el caliente sol del Ecuador. Manos y ojos atentos siguen los tiempos de secado del cacao, que después de pocos días estará listo para pasar al área de transformación.
Nos dan gorras y mascarillas y estamos listos para entrar a la verdadera fábrica de chocolate, dónde el aroma del cacao nos envuelve, más intenso que nunca. Las habas deben ser tostadas y pesadas, una máquina las enfrías, otra les saca las cáscaras, pero siempre es el hombre que como una hormiguita, cuida a todo el proceso, arreglando lo que las máquinas no pueden hacer. Agachados sobre una mesa de acero eliminamos poco a poco las cáscaras que quedaron pegadas a las habas y que de ahí, ya tostadas y molidas, se transformaran en chocolate líquido. Por muchas horas seguirán girando despacio en la atemperadora, para eliminar completamente su granulosidad y repartir de manera homogénea las grasas presentes en el mismo cacao. Curiosos observamos, siguiendo cada movimiento de Saúl, qué desde algunos años, cada día, guía todo el proceso con paciencia. Ahora todo está listo: templado y vertido en los moldes, el chocolate antes de comerlo tendrá solamente que enfriarse un poquito. Por fin lo probamos y todos estamos satisfechos, porque hoy el chocolate está más rico que nunca: porque hoy es chocolate pero también es la historia de las personas y de la mágica tierra que lo ha creado.