De Giacomo Rubini
“Chi kwintanaibiga ruku yayauna, ruku mamauna yachachinushka. Kwintasha kasna tuta kukupa kaparishkai atarisha, waysara yanumushka.”
“Lo que habían enseñado los abuelos y las abuelas, está en las historias. Así conversando se levantaban a la hora en que canta el buho y preparaban la wayusa.”
Cuando el despertador suena a las 3 de la madrugada y nosotros apenas sabemos como nos llamamos y donde estamos, no es facil pensar que un abuelito kichwa pensaría que esta mañana nos levantamos muy tarde, fuimos bastante vagos y dormimos demasiado.
Tutamanda, las ultimas horas de la noche, en las comunidades Kichwas del alto Napo, tienen el olor de wayusa hervida. En la madrugada del viernes 1 de diciembre el olor y el amu (espíritu dueño) de la wayusa nos llevó donde AMUPAKIN (Asociación de Mujeres Parteras Kichwas de alto Napo) en el sector Sabata, Archidona. Allí tuvimos la oportunidad, como equipo de Casa Bonuchelli, de poder participar al ritual de la waysa upina. Waysa upina, en idioma runa shimi, o sea Kichwa, significa “tomar wayusa”. Para casi todos los que viven en la provincia de Napo, tomar wayusa es una costumbre cotidiana, pero el ritual de la waysa upina no es simplemente tomar wayusa sino representa mucho, mucho más.
«- De día se trabaja, no se habla! -, así me contestaba cuando yo era pequeñita y seguía mi abuela trabajando en la chakra y preguntaba a ella de contarme sobre las plantas o historias de los ancestros».
En el ritual de la waysa upina sí, se puede hablar y esto es el momento para escuchar cuentos, aconsejar a los jóvenes, contar los sueños de la noche y buscar una interpretación y un pronóstico para los eventos del día siguente, prepararse para la cacería, la pesca y el trabajo en la chakra. La cultura de los Napuruna es una cultura oral y la waysa upina es el principal vehículo de transmisión de esa cultura de generación en generación.
«Muchos jóvenes ya no quieren tomar wayusa, se despiertan a las 6 o a las 7 de la mañana, tienen vergüenza de hablar nuestro idioma, de nuestras vestimentas. Aquí ya somos todas mayores, en 30 o 50 años que va a ser de nuestra cultura, ¿quién seguirá?»
La esperanza está en las manos y en las palabras de Alex y Gissela, dos jóvenes, hijos de parteras, que trabajan como voluntarios en AMUPAKIN apoyando a las mamas y que nos contaron de su experiencia.
El tiempo pasó rapido, entre cuentos de las boas, de los espíritus sagrados de plantas y ríos, mientras las mamas tejaban sus shigra y los pilches de wayusa y lumu asa (chicha de yuca) pasaban de mano en mano. Casi no nos dimos cuenta que el sol salió y la luz del día ya entraba en la choza. Se fue la hora de salir para el trabajo, no al monte a cazar o al río a pescar, ni en la chakra a sembrar yuca, sino muy banalmente a la oficina en la Casa Bonuchelli.
Ya era tiempo de agradecer a todas las mamas y los voluntarios de AMUPAKIN para haber compartido con todo el equipo este precioso momento diciéndoles Ashka pagarachu!